Con la muerte a sus espaldas
Aparecen dos jinetes
a las sombras de las ramas,
con dos corceles tan blancos
que se dirían de plata.
El rumor del agua suena
rompiendo la noche callada,
pobres zagales que iban
con la muerte a sus espaldas.
No sabían que a ellos
les tendían una celada;
sonaron dos tiros secos
y cayeron sobre el agua.
En sus pechos cansados
se abrieron como granadas,
dos corazones hidalgos
envueltos en fría mortaja.
Rafael Gómez Fariña
1 comentario:
Preciosa historia, Fariñas, que podrías comparar con las muertes que se producen en carretera y que los que mueren no se dan cuenta que la muerte camina detrás. Ceneme
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