VIENTO
El viento racheado golpea con fuerza,
la densa lluvia no puede imponerse
a la fuerza huracanada que arrastra
todo lo que encuentra en su camino.
Los árboles se cimbreaban como si estuvieran
bailando una marcha fúnebre, cuyo instrumento
era el ulular del viento que hacía sonar
trágicamente, las esquinas de los edificios.
Tras los cristales un rostro lleno de arrugas
por el paso del tiempo, convertido en décadas,
miraba como la naturaleza se encrespaba
contra todo aquello que se le ponía al paso.
A través de los años, aquel rostro ajado
había visto muchas desgracias,
muchas tormentas, muchos temporales,
pero sin duda como aquel nunca.
Comenzaron a volar todos aquellos objetos
que en las aceras se encontraban,
las farolas, las más oxidadas, se doblaban
como cañas de marisma cuando sube la marea.
Aquel rostro de décadas de vida,
vio como hacia su ventana se acercaba
con fuerza descomunal, el centenario
árbol que estaba en su jardín.
Fue su última visión, una rama del viejo árbol
entro por la ventana atravesando el grueso cristal
y se clavó en su pecho como una afilada daga,
lentamente cerro los ojos, su fin había llegado.
María Luisa López
Castro
Grupo Poético Brétema