LA DESVENTURA
No tengo yo otra desventura,
amor mío, que la desventura tuya.
¡Ah, si pudiera yo darte el sosiego que perdiste
cuando supiste de la desventura mía!
¡Cómo asaltaron el tropel de aguas torrenciales,
arrastrando escollos y malezas sin medida,
los plácidos arroyos de aquella juventud dichosa
y el amor que fecundara en nuestra edad florida!
Devastados están aún los recodos sombríos
con la huella despiadada de tormenta inexorable;
se tornaron las mañanas perezosas, macilentas,
y u n gemido latente en el ambiente se percibe.
Tus ojos tenues declinaron su mirada
a los míos que te vieron con ternura
y buscaron el arrullo de tu pecho
mitigando a la vez tu desventura.
Tu mano cálida acaricio mi frente,
la mía cayó inerte en tu regazo;
el amor fundió allí profundo y fuerte lazo
y durmiéndose así eternamente.
José Crespo Abalde
Grupo Poético Brétema
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