Leyenda
Cuentan los
viejos de las altas cumbres,
y narran las
decrépitas y pestilentes cortesanas
que hubo una vez
un hombre entre los hombres
con la obsesiva
idea de que algo le llamaba
más allá de las
mohosas paredes, del húmedo suelo y las carcomidas techumbres
desde que su
amada se encamó con la pálida mortaja.
Se dice que
partió, pobre de vestiduras,
ciego de razón,
guiado por la voz lejana
de aquel algo vital que palpitaba allá tras las
llanuras.
Mientras más
avanzaba, más débil se sentía.
Mientras más
avanzaba, más sonreía.
Mientras más
avanzaba, más cerca la oía.
Ríos, mesetas,
lluvia, viento, y, al final, en el corazón de la montaña,
cuando el sol
comenzaba a despertar, la vio y cayó sobre las duras
rocas, rajando
sus rodillas, sollozando, sonriendo, muriendo a los pies de su amada.
Cuentan pues,
que así, los que habían sido pobres e infelices en vida,
unidos en
perpetuo abrazo se reconciliaron y cada madrugada
se amaron para
regalar al amanecer nuevos vástagos de conciencia más nutrida
de amor hacia la
belleza que les fue regalada.
Pero eso, dicen,
ocurrió hace mucho, mucho antes de estar la tierra invadida
por la moderna y
corrosiva plaga.
Tomás Muñoz
(Vigo)
1 comentario:
Una gran leyenda nos cuentas en tu poema.
Tiene la impronta de una historia bien contada.
Felicidades por saber mantener el interés en todo el relato.
Un saludo.
E. Fdez. Castro. (Redondela)
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