La última
noche
Lento
caminar por estrechas callejuelas,
pesadez
en los zapatos,
un
río de lágrimas como huella,
una
prematura muerte que le sigue el rastro.
Sabe
que va a morir,
es
inevitable.
Débil
y desfallecido sobre el marmóreo tapiz,
arrodillado
y viendo gotear su sangre,
es
ahora cuando se lamenta.
Lamenta
no haber dicho el anhelado “te amo”
a la
chica de piel morena
cuyas
miradas cómplices le cautivaron,
lamenta
no tener tiempo para un adiós sincero,
lamenta
haber ocultado su mentira
a
todos aquellos que siempre fueron su aliento,
su
impulso, sus latidos, su fuerza, su vida.
Se
lamenta y al tiempo maldice,
un
tiempo que ya se para,
justo
en esa calle, en esa acera, en esa soledad tan sombría y triste;
se
detiene acompañado de un dolor indecible.
Los
segundos pasan lentos,
sobre
su cabeza la luz de una farola titila
iluminando
en un charco sucio el reflejo
de
su rostro en ruinas,
de
sus ojos lastimeros y su cadavérica blancura;
tras
de sí, en su nuca, un aliento gélido
le
impide girarse a mirar por vez última la luna
por
miedo a la criatura que viene para llevarle al otro reino.
Su
corazón
se
detiene.
Sus
lágrimas
se
congelan.
Su
cuerpo
se
marchita.
Su
alma
es
desgarrada por la guadaña.
Sus
ojos
nunca
más volverán a ver el sol,
la
belleza de una chica,
la
sonrisa de unos finos labios,
la
vida reflejada en unos ojos…
Tomás
Muñoz
(Vigo)
1 comentario:
Amigo Muñoz, espero que la última noche me sorprenda en un orgasmo de felicidad y no me avise cuando llega. Saludos, Ceneme
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" Piensa si lo que vas a decir es más hermoso que el silencio"