El PARAISO Y LA ACACIA
Hay en mi calle del pueblo,
frente a mi parda fechada,
un árbol de Paraíso
y una jovenzuela Acacia
que pretenden con sus hojas
del color de la esperanza
dar su perfume y belleza
a nuestra calle olvidada.
En mis tardes solariegas,
a través de mi ventana,
contemplo el supuesto idilio
del Paraíso y la Acacia,
me parece que se miman,
que se besan, que se hablan
cuando el viento de la tarde
mueve sus hojas cercanas
y sueña mi fantasía
con ternura inusitada.
¿Qué le dirá el Paraíso
a su delicada Acacia?
Acaso dice: ¡Te amo!
y ella incrédula rechaza,
o quizá recibe un beso
en sus hojas satinadas
y entre ternuras de amores
y caricias perfumadas,
se aproximan los amantes
a morir en la invernada.
Pero al fin, llega el Otoño,
y esas mismas hojas pasan
a ser juguete del viento,
materia, ceniza, nada.
Lo mismo que estos amores
del Paraíso y la Acacia,
son los amores humanos:
materia, ceniza, nada.
Sólo en el Amor Divino
está la dicha más larga,
el cielo que yo suspiro,
el anhelo de mis ansias,
la eterna dicha de Dios.
¡El Amor de mi Esperanza!
Isabel Ruiz
1 comentario:
El amor humano también es digno de alabanza. Seguro que tu anhelo será cumplido si lo deseas con tanto fervor.
Teresa
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